ueva York es una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes, y desde esta noche, liderada por un inmigrante”.
Con estas palabras concluía Zohran Mamdani su discurso de la victoria el 5 de noviembre, tras ganar las elecciones a la alcaldía de Nueva York, imponiéndose con un 50,4% de los votos. La ciudad más grande de Estados Unidos celebraba por primera vez a un alcalde “inmigrante, musulmán y socialista” que, además, afirma no estar dispuesto “a disculparse por ninguna de esas tres cosas”.
La victoria de Mamdani trasciende la ciudad de Nueva York. Como una de las capitales del mundo occidental, es un barómetro no sólo de cuestiones locales sino de tendencias globales que avanzan, en mayor o menor medida, en el resto del mundo.
Entre las cuestiones más candentes que han marcado la lucha de Mamdani por la alcaldía están la desigualdad económica y la vivienda (su campaña incluía propuestas de transporte público gratuito, congelación de la subida de los alquileres y fiscalidad más elevada para quienes ganen más de un millón de dólares anuales). También, de un modo transversal a todas sus propuestas, la defensa de la inmigración, precisamente en un momento en que avanzan los discursos de criminalización de la población migrante.
Victoria contra el racismo
Los adversarios de Mamdani no han dudado en utilizar su origen, de madre india y padre ugandés, para tratar de desacreditarlo, de un modo similar al que hicieran con Obama (el anterior presidente demócrata recibió constantes calificativos despectivos que jugaban a confundir su ascendencia con una supuesta identidad musulmana y extremista). Los ataques racistas contra el nuevo alcalde de Nueva York han ido desde cuestiones en apariencia banales como burlarse del modo en que se le ha visto comer con las manos hasta acusaciones muy graves de supuesto apoyo al terrorismo o sobre su disposición a cometer “un nuevo holocausto contra los judíos”.
Todo esto ha contribuido a que la comunidad migrante (o percibida como migrante) cerrase filas en torno a su candidatura. Concretamente durante las primarias demócratas su base progresista movilizó considerablemente el voto de minorías étnicas, con su victoria recalando con fuerza en barrios como Brooklyn o Queens.
El vínculo con las cuestiones de género y edad también es relevante. La campaña de Mamdani, el alcalde más joven en más de un siglo, encontró un gran apoyo entre las mujeres y los jóvenes, sobre todo entre las mujeres menores de 30 años o generación Z, que identificaron sus propuestas como cuestiones de justicia social que les interpelan. Esa intersección entre minorías étnicas y religiosas, mujeres, migrantes, población joven y población empobrecida o vulnerable ha sido, de hecho, una de las claves de su impacto político frente a discursos de criminalización del otro.
A todas esas personas dedicó Mamdani su discurso de la victoria, que incluyó la frase en árabe “Ana minkum wa ileikum” (“yo soy de vosotros, para vosotros”) y agradecimientos a los “habitualmente olvidados por la política de nuestra ciudad: los dueños de bodegas yemeníes, las abuelas mexicanas, los taxistas senegales, las enfermeras uzbekas, los cocineros de Trinidad y las tías etíopes”.
Frente al Estados Unidos predominantemente blanco, masculino y de edad avanzada que representa el presidente Trump, queda para el recuerdo la imagen de Mamdani flanqueado por su padre, el profesor ugandés de ascendencia india Mahmood Mamdani; su madre, la cineasta Mira Nair, vestida con un colorido sari; y su esposa, la joven artista siria Rama Duwaji, de 27 años. Todo a ritmo de música de Dhoom Machale.
Victoria contra la islamofobia y el antisemitismo
Mamdani ha logrado aunar cuestiones que, pese a que emergen de los mismos prejuicios y miedos al otro, a menudo se han presentado como opuestas. Es, por un lado, un firme defensor de los derechos de la población árabe y musulmana, y en particular del pueblo palestino (al igual que lo es su esposa, muy activa contra la ocupación en sus redes sociales) y no le ha temblado el pulso a la hora de condenar los crímenes del gobierno de Netanyahu y el apoyo de la administración estadounidense a esa ocupación. Ha roto, de hecho, muchos tabús en lo referente a las expresiones públicas de la política estadounidense con respecto a Israel y Palestina.
A la vez, Mamdani es un firme defensor de la comunidad judía, que compone un trece por ciento de los habitantes de la ciudad y la mayor concentración de población judía fuera de Israel. Buena parte de esta comunidad, en particular de los más jóvenes, han formado parte de su campaña mediante iniciativas como Jews for Zohran, en el marco de una desafección o distanciamiento creciente entre las políticas israelíes y las comunidades judías del resto del mundo.
Ambas cuestiones (“Crearemos un ayuntamiento que se posicione firme junto a los neoyorquinos judíos y no flaquee en la llucha contra el antisemitisimo” y “Nueva York ya no será una ciudad donde se puede traficar con la islamofobia y ganar una elección”) ocuparon un lugar central tanto en su campaña como en su discurso del 5 de noviembre. Mamdani rompió así con el relato habitual de una supuesta incompatibildad entre la defensa de los derechos de las comunidades musulmana y judía, poniendo el acento en todo lo contrario: Islamofobia y antisemitismo manan de la misma fuente del odio y la deshumanización del otro y los derechos de ambas comunidades se integran en una visión amplia de justicia social.
Victoria contra la desinformación
Y si el ascenso de Mamdani supone una victoria de los principios de diversidad, igualdad e inclusión (DEI, por su sigla en inglés) que tanto desprecia Trump, también supone un triunfo de la honestidad frente a la desinformación. En su carrera electoral el alcalde fue objeto de un repertorio incesante de bulos y difamaciones: afirmaciones no contrastadas sobre su apoyo al terrorismo, mentiras con respecto a su posicionamiento respecto a la comunidad judía o caricaturas de sus propuestas como “extremismo socialista” o “comunismo malvado”.
Ante todo eso, Mamdani no se limitó a reaccionar. Construyó discurso propio, evitando que otros marcaran la agenda. Combinó una presencia estratégica en redes sociales con ir barrio por barrio, puerta por puerta, conversando, escuchando, convenciendo, haciendo reales su presencia y sus propuestas. Lejos de quedar atrapado en el esquema de acción-reacción ante los bulos y ataques contra su persona, visibilizó su origen, su religión, su edad y sus preferencias como parte de su proyecto político: un joven inmigrante, musulmán y socialista como afirmación frente al estigma.



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