Un rompecabezas tridimensional de 148,645 metros cuadrados.
Así describió el arquitecto Frank Mahan, de la firma Skidmore, Owings & Merrill, al proyecto de renovación del Waldorf Astoria, con un costo cercano a los 2,000 millones de dólares (mdd), durante un reciente recorrido entre bastidores. “Si hubieras estado aquí hace unos meses, o hace un año, habrías visto a trabajadores restaurando estos espacios por los que hoy caminamos, usando pinceles de punta fina”.
Cuando el Waldorf Astoria abrió sus puertas hace más de un siglo, el hotel se volvió tan sinónimo de reuniones de la alta sociedad que uno de sus pasillos —donde la élite desfilaba con sus mejores galas— fue apodado “Peacock Alley” (el pasillo del pavo real). El hotel se convirtió rápidamente en un símbolo del glamour y la ambición de Nueva York, y de lo que el escritor Henry James llamó el “espíritu hotelero”: un lugar donde todos eran iguales, siempre que pudieran pagar el precio de entrada.
Cuando lo visité a finales de abril, la ambición era evidente en la constelación de trabajadores que se movían por todo el lugar. Algunos retiraban el plástico de sillones recién entregados. Otros se ocupaban alrededor del piano de cola de Cole Porter, que yacía tentadoramente cubierto bajo una manta protectora. Pero si la renovación era un enorme rompecabezas, entonces estas eran las últimas piezas.
Esta semana, tras muchos retrasos, el icónico edificio Art Decó reimaginado finalmente ha reabierto. Es tan espectacular como los neoyorquinos merecen que sea.
El rey de Midtown
Ocupando toda una manzana en Midtown Manhattan, el Waldorf Astoria fue el hotel más alto y más grande del mundo cuando abrió sus puertas en 1931, con un diseño de la firma Schultze & Weaver. Rápidamente, este ícono del estilo Art Decó—que recibió a presidentes, realeza, celebridades y grandes eventos mundiales—se convirtió en sinónimo de poder y prestigio cultural.
Con los años, sin embargo, el célebre edificio fue sometido a una serie de renovaciones fragmentadas que poco a poco fueron desdibujando su carácter. El vestíbulo fue reconfigurado, se añadieron torres de enfriamiento en el techo, y para 2017, cuando el hotel cerró por completo, solo quedaba una de las 5,400 ventanas originales.
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